Muchas veces los padres no están seguros que será mejor para
sus hijos, si jugar con ellos o dejar que jueguen solos. Lo que sucede es que
algunos padres queriendo convertirse en compañeros de juego de sus hijos pero dejándose
ganar por la relación padre (por lo tanto sé más que tú)- hijo llevan la dirección
del juego y frenan la iniciativa del niño; otros no saben cómo jugar o creen que “jugar
por jugar” es una pérdida de tiempo, ya que para ellos en este tipo de juegos
no hay contenidos que lleven al desarrollo de facultades individuales.
El juego es una actividad que permite crear un lazo rico
entre padre e hijo y que establece una interacción mutua satisfactoria: el niño
se siente feliz por el hecho de que sus padres jueguen con él y los padres se
siente satisfechos ante esa felicidad.
Tanto los padres como el niño hacen descubrimientos en el
juego. Por una parte los padres ven lo que le gusta a su hijo, lo que puede
hacer, cómo reacciona ante el éxito, ante el fracaso o en situaciones
divertidas. Por otra parte, siendo su dominio el del juego, el niño sabrá sin ninguna duda,
sorprender al adulto con su ingenio, su imaginación y ser el objeto de la atención
del adulto, lo cual le procurará confianza y seguridad.
El niño que juega con sus padres se siente atendido, cuidado y apreciado. Todo
ello proporciona al niño la confianza y la seguridad necesaria para su
desarrollo integral.
Sería bueno que todos los adultos consideren que no hay cosa
mejor que jugar por jugar, que los niños disfruten del juego y que no tenga que
haber siempre una intención pedagógica, porque más allá de esta intención, todo
juego conlleva un aprendizaje.
Jugar con un niño es reconocer su importancia: requiere
tiempo, estar con él, actuar con él y
disfrutar juntos el juego.
Tienen que buscar más información sobre este punto: ¿qué juegos existen que pueden ayudarnosa nuestro objetivo? ¿Qué textos interesantes se han escrito sobre el tema?, etc.
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